LA PREHISTORIA Y LA EDAD ANTIGUA
Los primeros asentamientos conocidos en el término de Fuenterroble de Salvatierra, datan de la época prehistórica. Así lo testimonia la existencia de un dolmen, localizado por el equipo de Ramón Grande del Brio en la vertiente norte del monte de Tonda. Se trata de un monumento funerario, del que aún se conservan algunas de las piedras de la cámara circular y del corredor. Corresponde a la época megalítica, en torno al IV-III milenio, a. C. Además, en el extremo occidental del término, han aparecido otros restos, correspondientes a la Primera Edad de los Metales, hacia el II milenio, a. C., consisten dichos restos en fragmentos de cerámica, un hacha de bronce, varias puntas de flecha talladas en cuarzo, y varias cuentas de collar. A la Edad del Hierro, I milenio, a. C., pertenecen otros hallazgos que se han producido en el Cabezo y el Prado de las Cuevas, consistentes en trozos de vasijas y puntas de flecha metálicas, junto con restos de construcciones.
Según hemos podido comprobar, en lo alto del Cabezo fue erigido un castro prehistórico, dotado de una potente muralla. A la parte occidental del mismo, discurre la Calzada de la Plata, una de las principales vías romanas de la Península Ibérica, construida en el primer siglo de nuestra Era y de la que hablaremos más adelante. En las inmediaciones del castro en cuestión, hay varios manantiales de agua, que, seguramente, sirvieron para el abastecimiento de sus habitantes. Otras fortalezas similares a la del Cabezo, se alzaban en diversos puntos, relativamente próximos. Una de ellas, se localizaba al oeste del mismo, en el paraje conocido como el Monte, perteneciente al término municipal de Los Santos; otra de dichas fortalezas se levantaba en el extremo oriental de la Calamorra (Endrinal de la Sierra), y una tercera, en la Solana de Tonda, término de Fuentes de Béjar[1]. En Casafranca también hubo una fortaleza, pero de época muy posterior. De ella hablaremos oportunamente.
LA ÉPOCA ROMANA
La Calzada de la Plata, la más importante vía romana del occidente peninsular, construida por, Trajano y Adriano, enlazaba Mérida y Astorga, pasando por el término de Fuenterroble de Salvatierra. Actualmente, dicha calzada aún es reconocible en determinados puntos, a su paso por Fuenterroble y Casafranca; no así, en cambio, en otros tramos de su recorrido.
La referida vía arrancaba de Mérida, donde comenzaba la señalización miliaria, y proseguía hacia el norte, pasando por Baños de Montemayor, en el extremo norte de la provincia de Cáceres, entrando después en la provincia de Salamanca, a la altura de Puerto de Béjar, donde se hallaba la mansión romana de Caelionicco, a la que algunos autores han ubicado, concretamente, en el pago llamado Entrecarreras[2], mientras que otros la sitúan junto al arroyo de los Horcajuelos, en las proximidades de Puerto de Béjar[3]. En su recorrido hacia el norte de la provincia de Salamanca, la referida calzada pasa, entre otros lugares, por la proximidades de Valverde de Valdelacasa y Valdelacasa, penetrando, después, en el término de Fuenterroble de Salvatierra. Por cierto que, a lo largo de la calzada en cuestión, el mayor número de miliarios ha sido localizado en el tramo comprendido entre la citada mansión de Caelionicco y Fuenterroble[4], uno de los cuales, con el numeral CXLVIII, permaneció, durante muchos años, sirviendo de poyo ante la puerta de una casa en esta última localidad. Dicho tramo, es, también, el que mejor se ha conservado de toda la citada vía romana, a su paso por la provincia de Salamanca.
Dicho a grandes rasgos y siguiendo a Roldán Hervás, el trazado de la Calzada de la Plata, de norte a sur, tomando como referencia la Fuente Santa, en el término de Pedrosillo de los Aires, se podría describir de la siguiente manera: la referida vía romana discurre formando límite entre los términos de Casafranca y Palacios. Más adelante, un kilómetro antes de llegar a Fuenterroble, el empedrado de la calzada desaparece, al haber sido utilizados sus materiales, a lo largo del tiempo, para hacer paredes y cercas, y, aquélla se pierde en medio de campos de labranza. A la altura del llamado Prado Chico, cruzaba, en línea recta, por el arroyo de la Juliana, desde donde se desviaba, ligeramente, hacia el oeste, eludiendo el paso por el arroyo de los Coqueros. Continuaba luego paralela a dicho curso de agua, entre las alturas de Tonda, en el término de Fuenterroble, y el alto de la Fuente del Valle, en el término de Los Santos, entrando, un poco más adelante, en terrenos de Valdelacasa y adentrándose, varios kilómetros más al sur, en el término de Valverde de Valdelacasa, donde se situaba otra mansión romana, conocida con el nombre de ad Lippos[5].
Precisamente, es en el tramo comprendido entre el citado prado Chico de Fuenterroble y la localidad de Valdelacasa, donde la referida calzada ha sido particularmente maltratada, hasta el punto de haber quedado prácticamente irreconocible.
En los últimos años, no ha faltado algún autor que haya llegado a poner en duda la existencia de documentos que mencionen la Calzada de la Plata al norte de la provincia de Salamanca. Sobre este particular, ya hemos demostrado que se trata de una afirmación irrelevante, nacida del desconocimiento de las fuentes documentales, por cuanto la existencia de la referida vía romana, al norte de la ciudad de Salamanca, se halla suficientemente documentada, sin que quepan dudas sobre ello[6].
Como ya hemos dicho, la Calzada de la Plata ha servido de referencia en la delimitación de territorios, a lo largo de la historia; pero, también se ha utilizado para semejante menester, el trazado de otro camino que cruza por terrenos de Guijuelo y Fuentes de Béjar y que deslinda, por la parte septentrional, los términos de Fuenterroble y Los Santos[7].
LA EDAD MEDIA
Tras la caída del imperio romano, diversos pueblos de origen germánico ocuparon extensas regiones del occidente de Europa, disputándoselas entre sí, violentamente. En el siglo VI y tras la derrota de los suevos a manos de los visigodos, éstos se extendieron por buena parte de la Península Ibérica, estableciendo diversos asentamientos en la provincia de Salamanca, y, particularmente, en la comarca de Salvatierra, donde se han producido interesantes hallazgos de dicha época.
La principal manifestación de la presencia de los visigodos en el término municipal de Fuenterroble de Salvatierra, se descubre a través de los restos paleográficos, consistentes en fragmentos de pizarras escritas con caracteres numerales, fechadas en los siglos VI-VIII. Ya en la primera mitad del siglo veinte, Gómez-Moreno tuvo ocasión de examinar una de ellas, que conservaba en su poder el entonces cura párroco del lugar, D. Manuel Rodríguez y que, más tarde, sería depositada en la Real Academia de la Historia[8]. Desde entonces, han ido apareciendo varias pizarras más de esa clase, una de ellas, en las inmediaciones de la fuente de Santiago, y otras dos en la Calamorra, justo en el límite del término de Fuenterroble con los de Casafranca, Endrinal de la Sierra y Los Santos.
En el resto de la comarca de Salvatierra, también han aparecido pizarras visigodas. Son especialmente conocidas las que proceden de la villa de Salvatierra y aledaños, que figuran entre los mejores ejemplares conocidos.
Otros restos, consistentes en elementos iconográficos, tales como dinteles y columnillas de mármol, han sido hallados en el término de La Tala, Navaombela, Pelayos, Palacios, Montejo[9] y Casafranca[10]. En este último, se ha localizado, además, una necrópolis de la época visigoda, en el paraje conocido como Santillán, ubicado en el límite oriental de Casafranca, casi rayando con el de Fuenterroble[11]. Es tradición que, en dicho lugar, existió un pequeño asentamiento monástico que servía también de albergue a los peregrinos jacobeos.
A la época visigoda corresponden ciertos restos de construcciones que se alzaban en el monte de Tonda. Por otro lado, en el pago conocido con el nombre del Casarito, hay vestigios de un asentamiento tardorromano, con perduración hasta la época visigoda, abarcando un periodo de tiempo entre los siglos V-VIII, d. C.
Los visigodos mantuvieron la comarca de Salvatierra bajo su dominio, hasta los inicios del siglo VIII, cuando se produjo la irrupción de los musulmanes en la Península Ibérica, que no tardarían en desalojar a los visigodos de la mayoría de las áreas que éstos ocupaban, tomando, además, sus ciudades, monasterios y castillos, como el de Tonda (Fuenterroble), la Calamorra (Endrinal), el Pico Monreal (Casafranca), Santa Cruz (Navagallega), Herreros de Salvatierra (Pedrosillo de los Aires) y Sierra Negra (Las Veguillas)[12].
EL CASTILLO DE TONDA Y OTRAS CONSTRUCCIONES DEFENSIVAS EN EL ENTORNO DE FUENTERROBLE (SIGLOS VIII-XI)
Las elevaciones del monte de Tonda y aledaños vienen a constituir atalayas naturales, desde la que se dominan amplias extensiones de la comarca de Salvatierra y el valle del Sangusín, donde se asientan, entre otras, las localidades de Fuentes de Béjar, Sanchotello y Ledrada. En dichas elevaciones, fueron erigidas diversas fortalezas, cuando no se reutilizaron otras ya existentes, sobre todo, a partir del siglo VIII, en que se produjo la irrupción de los musulmanes en la Península Ibérica, lo que provocó que amplias áreas de la cuenca del Duero experimentaran una notable reducción demográfica, o fueran abandonadas. Años más tarde, el rey Alfonso I emprendería, desde Asturias, varias expediciones contra los musulmanes, logrando arrebatarles diversos lugares y llevándose consigo, hacia al norte, a los cristianos que todavía permanecían en ellos. En el siglo IX, Ordoño I llevaría a cabo algunas campañas de repoblación de determinadas ciudades y castillos, disputándoselas a los musulmanes, aunque lo cierto es que en ese sentido, los logros, fueron más bien escasos. En aquellos años, los asentamientos en el valle del Tormes, se hallarían ocupados, mayoritariamente, por elementos beréberes, algunos de los cuales persistieron, en dicha zona, hasta bien entrado el siglo X. Sería a partir del año 939, tras las batallas de Simancas y Alhandega, entre las tropas de Ramiro II de León y las de Abderramán III, en las que las armas cristianas resultaron vencedoras, cuando numerosos lugares enclavados en el valle del Tormes volvieran a ser repoblados, esto es, reorganizados.
Sin embargo, a lo largo de ese mismo siglo, la provincia de Salamanca se vería expuesta, de nuevo, a diversas aceifas musulmanas, una de las cuales fue dirigida por Qand, en el año 947; pero había de ser con el advenimiento de Almanzor, un caudillo amirí, cuando se dejaran sentir los más destructivos efectos de las expediciones musulmanas sobre distintas poblaciones salmantinas, sobre todo, a partir del año 977, en que dicho caudillo atacó y expugnó, entre otras, las ciudades fortificadas de Baños, situada en las proximidades del actual Baños de Ledesma y Salamanca, y lanzando, en años sucesivos, otras expediciones militares, de nuevo, contra Salamanca y, también, contra Alba de Tormes y la comarca de la Armuña, atacando, además, diversos castillos existentes en las riberas del río Tormes y de algunos de sus afluentes[13].
Aunque se carece de documentación que pudiera ilustrar acerca de los acontecimientos ocurridos en la zona de Fuenterroble de Salvatierra y áreas limítrofes, lo cierto es que, en el término de dicha localidad, fue construido un castillo, en Tonda, del que subsisten muy escasos restos, el cual se alzaba cerca del Pico Monreal; pero, así como de éste se ha conservado alguna documentación de carácter histórica, del de Tonda, por el contrario, no se conocen datos. Lo único que podemos decir, acerca del mismo, es que sus orígenes debían de remontarse a la Alta Edad Media y que consistía en un pequeño recinto de forma cuadrada, con una torre en el centro y construido con materiales de mampostería al seco y sin labrar, al estilo de otras fortalezas levantadas en los primeros siglos de la invasión musulmana.
Con carácter general, diremos que, a lo largo del siglo XI, la provincia de Salamanca conoció un periodo de relativa tranquilidad, sólo perturbada por alguna expedición militar aislada, por parte del hijo y sucesor de Almanzor, al-Muzaffar, quien atacó Salamanca en el año 1005, después lo cual, no se volvieron a producir más incursiones musulmanas de relieve en dicha provincia.
LUCHAS FRONTERIZAS Y REPOBLACIÓN DE LA ZONA (SIGLOS XII Y XIII)
A mediados del siglo XII, el territorio salmantino se constituiría de nuevo en escenario de una serie de acciones bélicas, que se desencadenaron cuando, en el año 1157, Alfonso VII murió, dejando dividido en reino entre sus dos hijos, correspondiendo a Sancho el reino de Castilla, y a Fernando el de León. Pronto estallaría entre ambos una guerra, que se prolongaría, a través de sus respectivos sucesores, Alfonso VIII y Alfonso IX, hasta el año 1230, en que Fernando III, el Santo, unificó los dos reinos. Pero, entre tanto, a lo largo de tres cuartos de siglo, la provincia de Salamanca, perteneciente al reino de León, se vería envuelta en diversos enfrentamientos contra los habitantes de las vecinas tierras abulenses, pertenecientes al reino de Castilla. Precisamente, un sector de la correspondiente línea fronteriza entre ambos reinos, quedó fijada a lo largo de la Calzada de la Guinea, a su paso por el extremo suroriental del término de Fuenterroble y coincidente, en parte, con la Calzada de la Plata.
El sector meridional del término de Fuenterroble también se constituiría en límite de los términos de la ciudad de Plasencia, establecidos por Alfonso VIII, rey de Castilla, en el año 1189. Así, el límite septentrional del territorio de dicha ciudad, se hallaba marcado por una línea que iba desde la Garganta de Chilla, en dirección al río Tormes, pasando por Valvellido y por la Cabeza de don Pedrolo. El límite seguía por el arroyo de la Mula, en las inmediaciones de Guijo de Ávila y desde allí, al río Sangusín, siguiendo su curso, hasta llegar al punto de cruce de la Calzada de la Plata[14].
A partir de entonces, varios pueblos y aldeas de la comarca de Salvatierra se verían implicados en una serie de enfrentamientos entre salmantinos y abulenses, durante los cuales, estos últimos atacaron y tomaron el castillo de Monreal, situado en el actual término de Casafranca.
En el año 1206, Alfonso VIII, rey de Castilla y Alfonso IX, rey de León, firmaron el llamado Tratado de Cabreros, por el que, dicho castillo pasaba a ser posesión de Alfonso VIII. En el año 1212, los abulenses salieron de algara por tierras salmantinas, dejando una guarnición de cuarenta hombres en el mencionado castillo de Monreal, que permanecería en poder del reino de Castilla hasta el año 1213, en que Alfonso VIII lo cedió, junto con el del Carpio (Carpio Bernardo, Villagonzalo de Tormes) al rey de León, Alfonso IX, para que éste los destruyera. En el año 1219, durante las repoblaciones realizadas por el mencionado monarca leonés, éste otorgó una carta-puebla a Monreal[15].
Es posible que, por aquel entonces, no participaran, en las referidas luchas fronterizas, las dos fortalezas que se alzaban en el término de Fuenterroble, esto es, las de Tonda y el Cabezo. Cabe pensar que, en los siglos XII-XIII, cuando el castillo del Pico Monreal intervino en las luchas fronterizas entre los reinos de Castilla y León, las fortalezas del término de Fuenterroble, principalmente, la de Tonda, se encontraran ya arruinadas.
Desde luego, a partir del año 1230, en que, como ya hemos dicho, tuvo lugar la reunificación definitiva de ambos reinos, por parte de Fernando III, el Santo, todas las fortalezas que antes hemos mencionado, dejaron de cumplir su cometido, y ello marcaría el inicio de su declive y ruina, incluyendo las del Pico Monreal y Santa Cruz (Navagallega), las cuales habían tenido una agitada participación en las mencionadas contiendas fronterizas[16].
Las razones por las que hemos estimado que el castillo de Tonda debió de arruinarse en época más temprana que el de Monreal, vendrían señaladas, principalmente, por el hecho de que, probablemente, no participase en las referidas luchas fronterizas, por lo que su previsible abandono habría tenido lugar a finales de la Alta Edad Media. Por otro lado, son notables las diferencias entre las fortalezas más arriba mencionadas; así, la que se alzaba en el Pico Monreal, estaba construida con materiales de mampostería y sillarejo, unidos entre sí con argamasa, lo que proporcionaba a sus muros una especial solidez y consistencia; en cambio, en el caso de la torre de Tonda, su aparejo era más sencillo, sin hiladas de mortero de ninguna clase que trabasen los materiales de mampostería empleados en la construcción de sus muros. Es probable, pues, que, como ya hemos dicho, este último castillo dejara de cumplir ya su función a finales de la Alta Edad Media, cuando la frontera hispanomusulmana se había estabilizado, prácticamente, en torno a la Cordillera Central[17].
El sector meridional del término de Fuenterroble, y, más concretamente, el monte de Tonda, marcaría, a partir del año 1291, por disposición del rey Sancho IV, el límite norte del concejo de Béjar: “el primero moión, la puente del Canto, e dende[18] a collado Rivo, e dende a cima del puerto de Aravalle, e dende a la cabeza del Andrinal, e dende conmo va el Rostro de pie de Rabinal a Losa Parda en Val de Beçedas, e dende a la cabeça de don Sancho Orabuena, e dende a la cabeça de Sançta María, e dende a vado Messado de Tórmes, e dende al Palio a al Arroyo de la Mula, conmo da ó passa la carrera para Salvatierra, e dende a la cabeça de Tonda…”[19].
LA REPOBLACIÓN MEDIEVAL
La despoblación de amplias zonas de la cuenca del Duero, se mantuvo hasta finales del siglo XI, en que Alfonso VI conquistó Toledo, iniciando, seguidamente, una serie de campañas para restaurar o potenciar, demográficamente, diversas regiones. La zona de Salvatierra fue una de ellas. Con todo, no sería hasta finales del siglo XII y comienzos del XIII, durante los reinados de Fernando II y Alfonso IX, cuando la labor repobladora consiguiera dotar de suficiente entidad a los diversos lugares, muchos de los cuales habían permanecido, hasta entonces, prácticamente desiertos. En lo que se refiere a la comarca de Salvatierra, y, más concretamente, a Fuenterroble y áreas circunvecinas, algunos de los nuevos colonos procedían del norte, de cuya presencia ofrece el oportuno testimonio la propia onomástica. Los nuevos repobladores se asentaron en la zona, sobre todo, a partir del siglo XII, y, como ya hemos indicado anteriormente, ya en dicha época tuvieron lugar diversos enfrentamientos entre salmantinos y abulenses en el Pico Monreal y también en el castillo de Santa Cruz (Navagallega), es decir, en las proximidades del término de Fuenterroble, por lo que resulta evidente que la zona no se hallaba tan despoblada como han supuesto algunos historiadores. En cualquier caso, cabe tomar como fecha de repoblación de la zona en cuestión, el primer tercio del siglo XII.
La llegada de colonos procedentes del norte, estuvo propiciada por la concesión de tierras y por la exención de cierta clase de impuestos con que se favorecía a quienes se asentaran en los núcleos de población antiguos, o bien fundaran otros nuevos.
FUENTERROBLE, EN EL CAMINO DE SANTIAGO
Enclavado en plena ruta jacobea, el término de Fuenterroble ha sido, tradicionalmente, un lugar transitado por peregrinos que, provenientes del sur y el oeste de la Península, acudían a venerar la tumba del Apóstol Santiago el Mayor, en los confines de Galicia, siguiendo la Calzada de la Plata; pues, si bien, el más conocido de los caminos jacobeos, era el llamado camino francés o del norte, utilizado por los peregrinos que accedían al territorio español desde Francia, también había otro camino, llamado mozárabe, que canalizaba la afluencia de quienes provenían del sur y el oeste de la Península Ibérica. Y aún había algunos devotos más, que hacían el recorrido desde la Tierra de Alba, siguiendo el camino que atravesaba por Gallegos de Solmirón y penetraba en la comarca de Salvatierra, enlazando, después, con la Calzada de la Plata, a la altura de Fuenterroble. Desde esta última localidad, los diversos peregrinos proseguían hacia el norte, a través del término de Palacios y Navarredonda de Salvatierra, lugar donde el Camino o Calzada de la Plata bordeaba las estribaciones de la Sierra Menor, cruzando junto a la ermita de la Fuensanta, la cual servía también de albergue.
Las peregrinaciones jacobeas se intensificaron desde el siglo XII, cuando había remitido la amenaza musulmana al norte del Sistema Central.
Posteriormente, a raíz del descubrimiento, en el siglo XV, de la imagen de Nuestra Señora de la Peña de Francia, había peregrinos que se desviaban del Camino de Santiago para hacer un alto en el santuario en el que dicha imagen se veneraba, dando origen, así, a una tradición que se ha perpetuado hasta épocas recientes[20].
En el espacio comprendido entre El Puerto de Béjar y Salamanca, lo que es tanto como decir en todo el recorrido de la Calzada de la Plata en la provincia de Salamanca, Fuenterroble es, junto con la Calzada de Béjar, el único núcleo de población por donde cruza dicha vía romana. Por otra parte, la tradición peregrina continúa manteniéndose hoy, merced a la iniciativa del actual cura párroco, José María Blas Rodríguez, y con el apoyo y colaboración del propio Ayuntamiento de Fuenterroble. Los actos de peregrinación constituyen un verdadero ejercicio espiritual, y también físico, y, en los últimos tiempos, han vuelto a recuperar su sentido trascendente y su significación. En otro tiempo, la Calzada de la Plata poseía carácter de vía multifuncional, como cañada ganadera, ruta jacobea y eje de itinerarios seguidos por los ejércitos, los trajinantes, los arrieros y los viajeros, en general.
FUENTERROBLE EN LAS RUTAS GANADERAS
El paso de ganado por la cañada Real que cruza el término de Fuenterroble, motivó una serie de litigios y enfrentamientos de diverso orden entre los pastores y los lugareños, problemas que, por otra parte, solían surgir también, en el caso de otros núcleos de población. El Honrado Concejo de la Mesta, una poderosa asociación de ganaderos, movía miles de cabezas al año, utilizando diversas cañadas, algunas de las cuales contaban ya con cientos de años de antigüedad.
Con el fin de evitar mayores disensiones y determinar los usos y derechos que correspondiesen a unos y a otros, el día 14 de noviembre del año 1394 el rey Enrique II dictó una Provisión en Medina del Campo, confirmando y mandando guardar las sentencias que ya con anterioridad habían venido rigiendo, en materia de aprovechamiento de pastos y tránsito de ganado por la referida vía pecuaria. Tiempo después, Miguel Sánchez, Alcalde Mayor de la Mesta, dictó una sentencia, con fecha del año 1415, en relación con el paso de ganado por la llamada cañada leonesa, disponiendo que su trazado debía ir desde el Puente del Congosto al Aguijón o Guijo de Ávila, Arroyo de la Mula, Campo de la Cruz por entre las viñas de Fuentes y las Cabezas de Tonda, y, desde allí, hacia el Palacio de Alfón Gil, el cual se encontraba en el paraje llamado Valdelamadera, entre Valdelacasa y un mojón que llamaban de Salamanca. A partir de allí, la mencionada vía pecuaria se internaba en la Tierra de Montemayor del Río, eludiendo el paso por Valdesalgosín (Sangusín), en donde nunca se había conocido que la cañada en cuestión hubiera estado amojonada[21].
Un Toribio de Fuenterroble figura en el documento que contiene las Ordenanzas del concejo de Candelario fechado, 27 de mayo del año 1488, aunque esta datación ya sido oportunamente corregida por Barrios García y Martín Expósito, fijándola en el año 1480. En dicho documento, se indica que en el acto de proclamación de las referidas Ordenanzas, se hallaban presentes, además de Juan Gil, también los siguientes testigos: “Gil Sánchez de Lagonilla, jurado en este presente año, e Antón de los Guijos e Toribio de Fuenterroble, alcaldes este año en el dicho lugar”[22].
JINETES EN FUENTERROBLE. AÑO 1491
A partir del siglo XIV, bajo el reinado de Enrique IV, Fuenterroble de Salvatierra pasó a formar parte del condado de Salvatierra, que, como tal, perduraría hasta el siglo XVI, en que se constituyó en ducado de la Casa de Alba, con jurisdicción sobre los distintos lugares de la Tierra de Salvatierra hasta el año 1811, en que fue abolido el régimen señorial.
En el año 1491, ya en la última etapa del proceso de recuperación, por parte de los cristianos, del dominio del territorio peninsular, dentro de lo que se ha dado en denominar Reconquista, los llanos de Fuenterroble de Salvatierra fueron elegidos como escenario de una concentración de combatientes, respondiendo, así a un mandato del duque de Alba, con el objeto de partir hacia la ciudad de Granada, constituida, en aquel entonces, en capital del reino nazarí y último reducto de los musulmanes en España.
Así, entre los días 19 y 20 de marzo del año 1491, fueron presentándose en Fuenterroble, diversos jinetes, procedentes de distintos lugares pertenecientes a los dominios del duque de Alba, a saber: Salamanca, Salvatierra, Alba de Tormes, Piedrahita, El Barco de Ávila, Bonilla, San Felices de los Gallegos, Hontiveros, Castronuevo, La Bóveda de Río Almar y otros puntos de las Tierras de Arévalo y Ávila. Dicho contingente de hombres armados se uniría, después, a las tropas de los Reyes Católicos que marcharían sobre la referida ciudad de Granada. Así lo acredita el correspondiente documento, que comienza diciendo: “Relación de la gente del duque, mi señor, que se presentó por mandado de su señoría en Fuenterroble, lugar de Salvatierra, que fue llamada para veynte días de março del año de noventa e uno, para yr sobre la çibdad de Granada”[23]. A continuación, figura la correspondiente relación de participantes, cuya transcripción completa ofreceremos en el apéndice de este libro.
La referida concentración de jinetes debió de realizarse en la dehesa de Fuenterroble, en los llanos que se extienden hacia Berrocal y Palacios, que, muy holgadamente, podían acoger a un buen número de participantes, con sus pertrechos y demás.
LA EDAD MODERNA. FUENTERROBLE EN LA «CASA DE DESCARGOS» DE LOS REYES CATÓLICOS
Precisamente, con el fin de poder costear los numerosos gastos de mantenimiento de la guerra contra los musulmanes y de ejecución de otros proyectos, los Reyes Católicos se vieron en la necesidad de tener que recurrir, en concepto de préstamo, a la hacienda de una serie particulares de declarada solvencia. A comienzos del siglo XVI, las deudas acumuladas por la Corona era considerables, lo que impulsó a los Reyes Católicos a crear una Audiencia de Descargos, institución de carácter burocrático, a través de la cual se atendían y canalizaban las solicitudes de pago de las distintas deudas contraídas por la Corona. Dicha institución acabó radicando en Valladolid en el año 1518, si bien, la idea comenzó a gestarla la propia reina Isabel en el año 1501, en ocasión de su estancia en la ciudad de Granada[24].
En el Catálogo de documentos relativos a la referida institución, se incluyen varios que aluden a la localidad de Fuenterroble. Uno de ellos constituye el testamento de Alonso de Albornoz, estudiante en la Universidad de Salamanca, en el que se cogen las firmas de los testigos intervinientes en el acto. El documento en cuestión está fechado en Fuenterroble, el 29 de agosto del año 1507, y acompaña la declaración testimonial, juramentada, de Teresa de Tavira, según la cual, ésta hizo la oportuna donación a favor de su nieta, Isabel de Albornoz. Este último documento lleva fecha del año 1508[25].
Otro documento, fechado el 10 de noviembre del año 1507 en Vitoria, incorpora una lista de testigos, confeccionada en Fuenterroble y referente a un poder notarial, dirigido, entre otros, al bachiller de Piedrahita, hermano del citado Alonso de Albornoz, para que se ejecutase el testamento otorgado por éste[26].
Relación de la gente del duque, mi señor, que se presentó por mandado de su señoría en Fuenterroble, lugar de Salvatierra, que fue llamada para veynte días de março del año noventa e uno, para yr sobre la çibdad de Granada.
CONTIVEROS (sic:)
En Fuenterroble, sábado, diez e nueve días de março, se presentó Diego Girón (1)
Este día se presentó Mendoza por Diego de Vergás (1)
Este día se presentó por Pedro de Medina, Juan de Ávila (1)
Este día se presentó de Gonzalo de Ovalle, Francisco de la Puebla; e en XX días deste dicho mes se presentaron Gonzalo de Lugones, e Pedro de Paz e Pedro Perfecto, ginetes (4)
Mandó el duque, mi señor, que a la I lanza non se pagase sueldo, más de lo quel rrey pagase, e porque juró en forma de comprar otro cavallo, a suplicaçión de Pero de Barrientos diósele socorro commo a los otros. (Escrito en el margen izquierdo).
El dicho día, diez e nueve de março, se presentó por el comendador Ordoño Llamas Pedro de Çamora (1)
Este día se presentó Tortoles (1)
En veynte días del dicho mes se presentó Juan del Río por Francisco Brocherón (1)
En veynte e un días del dicho mes se presentaron de Juan de Solís, Francisco de Medina, e Pedro de Sant Juan e Francisco de Illescas (1)
Este día se presentó por Juan de Araújo, Gonzalo de Saldaña (1)
Mandó el duque, mi señor, que se volviese. (Escrito en el margen izquierdo).
FUENTERROBLE Y LOS BALDÍOS DE LA MANCOMUNIDAD DE SALVATIERRA. SIGLOS XVI Y XVII
A comienzos de la Baja Edad Media, diversos lugares de la cuenca del Duero, agrupados, jurisdiccionalmente, en torno a una villa determinada, se organizaron para la explotación de ciertos recursos naturales y la administración de su territorio. De ahí su denominación de Comunidades de Villa y Tierra.
Una de tales Comunidades, a la que pertenecía Fuenterroble, fue la que se constituyó en torno a la villa de Salvatierra, dominio del duque de Alba, aunque es probable que, como forma práctica de explotación de la tierra, muchos de los lugares que componían la mencionada Comunidad, ya estuvieran organizados desde el siglo X, tal como ha apuntado el profesor Bienvenido García[27]. Ahora bien: en la forma como dicha forma de organización se ha perpetuado hasta tiempos recientes, lo que se denominaría Mancomunidad de Salvatierra, se remontaba a la Baja Edad Media, época en la que comenzó a ponerse en práctica el amojonamiento de términos.
Con todo, los apeos y los cerramientos de heredades, mediante paredes, no cobrarían forma definitiva, en el común de los casos, hasta la segunda mitad del siglo XVI, bajo el reinado de Felipe II.
Aunque eran veintidós los lugares que se hallaban integrados en el alfoz de Salvatierra, tan sólo nueve de ellos, entre los que se encontraba Fuenterroble, poseían categoría de aldea, lo que implicaba el poseer una cierta entidad. Los respectivos concejos gozaban de determinados derechos de participación en las tareas administrativas de dicho alfoz, aunque era la villa de Salvatierra, la que por su condición de centro jurisdiccional del territorio del mismo nombre, capitalizaba las distintas intervenciones de tipo jurisdiccional y administrativo.
El conjunto de los diferentes núcleos de población de la Tierra de Salvatierra, se hallaba dividido en tres sexmos, el tercero de los cuales, lo integraban Fuenterroble, Casafranca, Aldeanueva de Campo Mojado, Guijuelo, Campillo y Cabezuela[28].
Desde el siglo XVI, la división por sexmos constituyó la forma básica de organización, dentro de la Mancomunidad de Salvatierra, principalmente, en lo que se refiere a la explotación y aprovechamiento de los recursos naturales. En ocasiones, se efectuaban repartos de la producción de los bienes comunales. A este respecto, se conocen datos relativos al siglo XVII, más concretamente, a los años 1679 y 1683, época en la que todavía se cobraba el impuesto del portazgo a quienes, procedentes de otras comarcas, quisieran cruzar por terrenos de la comarca de Salvatierra.
Determinadas cantidades de dinero, recaudadas mediante el cobro del portazgo, junto con las de las alcabalas, fueron repartidas entre los lugares que integraban dicha comarca[29].
POSIBLES LEVAS DE SOLDADOS EN FUENTERROBLE
En ciertos aspectos, para los habitantes del medio rural, el siglo XVII representó una época de penurias y privaciones. Además, en los años 1630, 1635, 1637 y 1638, se llevó a cabo sendas levas entre la población de varios lugares, con destino a la milicia real. Cada vez que se producía uno de tales reclutamientos obligatorios, los sexmeros eran los encargados de reunir a los soldados que ya hubieran sido elegidos y entregárselos al capitán de la tropa. Mediante ese procedimiento, en la Tierra de Salvatierra fueron reclutados treinta y dos soldados[30].
En la confección de las distintas prendas que habían de proporcionarse a los soldados, intervenían sastres, roperos, zapateros, sombrereros y otras personas del ramo[31]. En algunos documentos han quedado registrados diversos datos, relativos a la clase de materiales que habían de ser utilizados: “valón y capotes de salbarrodilla y jubón de gamuza, el cuerpo y las mangas de telilla aforrados, los valones en estopa y el jubón aforrado y los verederos de olandilla…”[32].
FUENTERROBLE EN EL SIGLO XVIII
El 10 de octubre del año 1749, Fernando VI firmó un Real Decreto e Instrucción, por el que ordenaba que se llevase a cabo un catastro, cuyos objetivos principales consistían en mantener una Única Contribución entre los vasallos del reino. Hasta entonces, la fiscalidad, en el plano civil, se regía por la imposición de tres tipos de contribución, a saber: las Rentas Generales, las Rentas de Monopolios o Rentas Estancadas y las rentas Provinciales, como las alcabalas, los cientos y los millones. Además, dentro del ámbito de cada una de las distintas localidades, existían las Rentas Especiales.
A partir de la promulgación del citado Real Decreto, se procedió a poner en prácticas esas nuevas directrices, en materia de control hacendístico y catastral, y, así, en el año 1752, se llevó a cabo un Interrogatorio oficial en todos y cada uno de los lugares de la Corona de Castilla, con el fin de conocer diversos aspectos relativos a la situación y características geográficas, distribución y explotación de los recursos naturales, pertenencia jurisdiccional y otros. Aquella magna operación se concretó en lo que se denominaría Catastro de Ensenada, término tomado del nombre del marqués de la Ensenada, quien permaneció al frente de la Secretaría de Hacienda, a partir del año 1743, tras la muerte de su antecesor, José de Campillo y Cossío.
Según el referido Catastro, correspondiente al año 1752, el término de Fuenterroble de Salvatierra comprendía una extensión de tres mil quinientas noventa y tres fanegas de tierra, de las cuales, dos mil cuatrocientas diez se destinaban a cultivos de sembradura de secano, repartidas en tres hojas, a saber: Fuente Vieja, las Rades y Santiago. Otras trescientas fanegas de terreno las ocupaban cultivos de trigo de primera calidad; ochocientas cincuenta fanegas más, eran de trigo de segunda calidad, y otras ciento cincuenta, de tercera. En cuanto a los cultivos de centeno, el de primera calidad ocupaba seiscientas fanegas de terreno; el de segunda, trescientas treinta, y el de tercera, cuatrocientas cincuenta. En otros terrenos, se sembraba, además, lino, linaza, garbanzos y diversos productos más.
El regadío se mantenía con agua de una serie de pozas y fuentes, de las que el citado catastro ofrece la siguiente relación: el Tejar, el Castaño, la Canaleja, el Casarito, el Roque, las Vegas, las Huertas, los Arroyos, La Lid, la Verruga, la Nava del Yerro, la Fuente de la Zarza, el Prado Nuevo, el Fontanal, las Hontanicas y la fuente de Santiago[33].
INMUEBLES Y OFICIOS
Por aquellos años, el casco urbano de Fuenterroble lo componían ciento veintiuna casas, de las que sesenta y ocho se hallaban habitadas, otras treinta no tenían morador, y otros doce edificios se utilizaban como pajares. Ninguno de dichos inmuebles pagaba impuestos por el establecimiento del suelo.
Como bienes propios del pueblo, figuraban la alhóndiga, la cárcel, la casa del Ayuntamiento, una carnicería pública, un corral y un prado de concejo, un horno para cocer teja y ladrillo, sito en la fuente de Abajo, el prado llamado de la Lid y la dehesa boyal. Había, además, una parada de sementales, que contaba con un caballo y un pollino[34]. No había casa de esquileo propiamente dicha, porque cada vecino esquilaba por su cuenta.
Con respecto a los oficios practicados en dicha localidad, se citaba la existencia de treinta labradores, ocho jornaleros, un boticario, un barbero sangrador, dos tejedores de lienzo y estopa, un sastre, sin ayudantes ni aprendices, un zapatero, sin ayudantes ni oficiales, cuatro arrieros, dos panaderos, nueve guardas de campo, cuatro mesoneros y dos herreros. Éstos componían rejas y hacían cencerros que después vendían en las ferias de Piedrahita y Peñaranda de Bracamonte. Entre el vecindario, se contabilizaban también catorce viudas y cuatro pobres de solemnidad[35]. Los servicios religiosos se hallaban atendidos por dos clérigos, uno de los cuales era el beneficiado, y el otro, tan sólo había recibido la prima tonsura.
GASTOS DEL CONCEJO
Por aquellos años, era costumbre el mantener un verraco por cuenta del concejo. En el año 1753, el gasto correspondiente importó la cantidad de veintidós reales, en concepto de veinte cuartillas de centeno que se compraron para la manutención de dicho verraco. Dentro del capítulo de gastos, se contabilizaban también otras diversas partidas, relativas a la limpieza de las fuentes, reparación de los caminos, convites populares en ocasión de fiestas señaladas, y otras muchas actividades.
Así, en dicho año, se cerró la Poza de las Vegas, en lo que se gastó seis reales; además se “partió el río” y se amojonó el término, trabajos que importaron, respectivamente, dos reales y veintidós maravedíes, y cuarenta y cinco reales.
Por otro lado, en ocasión de cierta visita que varios vecinos del Campillo hicieron para reconocer y repasar los rastrojos del pago de los Arroyos, en el término de Fuenterroble, el concejo de esta última localidad gastó tres reales en un convite que les ofreció. También se servía un convite cuando se realizaba la venta del heno de los prados del Concejo, la Lid, Nava Galisteo y los Arroyos.
Otro convite se ofrecía en la fiesta de San Blas, en que se contrataban los servicios de un tamborilero. El que actuó el año 1753, percibió la cantidad de diez reales[36].
Las partidas correspondientes a la consumición de vino que, en determinadas ocasiones, el Concejo ofrecía, a los vecinos del lugar, llegaban a sumar cantidades nada despreciables; así, en el antedicho año, se gastaron catorce reales en vino, el cual se sirvió a los vecinos del pueblo el día de la festividad de santa Águeda; otros treinta y seis reales, hubo de gasto el día de la romería que se celebró con motivo de la Pascua del Espíritu Santo, durante la cual, además de vino, se sirvió también un desayuno; otros cincuenta y seis reales y seis maravedíes se gastó dicho Concejo, en convidar a los vecinos, con vino y desayuno, el día de la romería de Santiago; más otros veintidós reales y seis maravedíes de gasto, por los mismos conceptos, el día de la romería de San Marcos. El día de Nuestra Señora, se consumieron treinta y tres cántaros de vino, que importaron la cantidad de treinta y tres reales. Llegado luego el día de Año Nuevo, el Concejo ofrecía otro convite, también de vino. Además, para los festejos que tenían lugar en Navidad y Año Nuevo, solía adquirirse ciertas cantidades de castañas, que, en el referido año, representó para el concejo de Fuenterroble, un gasto de noventa y un reales. El aguardiente se compró en Miranda del Castañar[37].
Otros gastos, iban destinados a cubrir la cantidad de dinero que, anualmente, se entregaba por Navidad al duque de Alba, bajo cuya jurisdicción se encontraba Fuenterroble. A tal efecto, el concejo de esta última localidad, destinó cincuenta reales y medio. Por otra parte, era tradición el que los mozos del lugar representaran alguna función el día de Navidad, y, en tales ocasiones, el concejo ayudaba, económicamente, aportando una cierta cantidad de dinero, que, en el referido año 1753, alcanzó la cantidad de cincuenta reales y medio.
Cada año, el concejo de Fuenterroble pagaba, además, al Rey, determinadas cantidades de dinero, en concepto de impuesto de Cientos, servicios ordinarios, extraordinarios, sisas, nuevos impuestos y utensilios. En total, tres mil quinientos cuarenta y ocho reales y cuatro maravedíes en tres tercios iguales; por Mesta de Cañadas, ciento sesenta reales, y por Mestilla de Yerro y Señal, veinticuatro reales. Las alcabalas, esto es, los impuestos sobre las operaciones de compra-venta, las cobraba la duquesa de Alba.
Los vecinos de Fuenterroble se hallaban sujetos al pago de diversos impuestos y alcabalas. Además, cada labrador y ganadero, debía contribuir al llamado Voto de Santiago, mediante el pago de cinco celemines de la mejor semilla.
Por aquella época, los lobos abundaban en toda la comarca. En el monte de Tonda, donde dichos carnívoros solían criar, los alimañeros llegaron a capturar varias camadas de lobos. Así, a principios de la década de 1750, el Concejo de Fuenterroble de Salvatierra pagó dos reales a un lobero que se presentó en el pueblo con una de tales camadas, y la misma cantidad percibió un vecino de Casafranca por la captura de otra camada.
Además, al barbero de Fuenterroble, que mató un lobo, se le pagó medio cántaro de vino, lo que importó la cantidad de cuatro reales[38].
Aunque los documentos que hemos examinado, no especifican el lugar de captura de las referidas camadas de lobos, es muy probable que éstas procediesen de los montes de Monreal (Casafranca), La Calamorra (Endrinal y Fuenterroble), y, sobre todo, del monte de Tonda, en pleno término de Fuenterroble de Salvatierra. El término de dicha localidad y, también toda la zona que se extiende al norte del mismo, hasta la Sierra Menor, abundaba en lobos y otras muchas especies salvajes. De hecho, dichos depredadores sobrevivieron en el referido monte de Tonda, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo veinte, cuando ya habían desaparecido, prácticamente, del resto de la comarca de Salvatierra.
LOS MESONES DE FUENTERROBLE
Dada la situación geográfica de Fuenterroble, junto a la Calzada de la Plata, de paso obligado para trajinantes, tropas de ejército y viajeros en general, los cuatro mesones que había en dicha localidad, atendían a un buen número de clientes. Dichos establecimientos, producían, unos años por otros, aceptables rendimientos económicos. Aquéllos se hallaban regentados por Tomé Matheos, Marcos Navarro, Juan Gómez y Antonio Vivas. Los tres primeros, vivían en sus propios mesones, de los cuales, los de Tomé y Marcos, puestos en arriendo, merecían la cantidad de cincuenta reales cada uno al año, mientras que el mesón de Juan Gómez rentaba cien reales. Por último, el establecimiento regentado por Antonio Vivas, lo atendía, en su nombre, un tal Juan Hernández y, en régimen de arriendo, aquél producía, al año, cuarenta y cinco reales de vellón[39].
LA ARRIERÍA
De los cuatro vecinos de Fuenterroble que trabajaban como arrieros, uno de ellos era también labrador y poseía cuatro mulas y un jumento; otros dos arrieros tenían tres caballerías menores, y el cuarto, una caballería mayor. Los tres primeros compraban trigo en Salamanca y otros lugares, y lo llevaban a vender, después, a tierras de Extremadura. El cuarto de dichos arrieros solía adquirir pimiento, trigo, besugo y garbanzos en Peñaranda de Bracamonte y en Rioseco, y lo vendía, después, en la comarca de Salvatierra y otros lugares de la provincia de Salamanca[40].
La tradición arriera en Fuenterroble, se prolongaría hasta comienzos del siglo veinte.
HACENDADOS FORASTEROS
A mediados del siglo XVIII, muchos de los vecinos de localidades próximas, poseían hacienda en el término de Fuenterroble. Los más numerosos, eran los de Valdelacasa, sesenta hacendados en total; seguidos de los del Campillo, que eran treinta y uno; otros treinta y ocho vivían en Casafranca; quince más, en Palacios de Salvatierra y diez en Cabezuela de Salvatierra. El resto de los hacendados forasteros que tenían posesiones en el término de Fuenterroble, se repartía, por localidades, de la siguiente manera: tres eran vecinos de Guijuelo; otros tres, de Salamanca; dos de Montejo; dos de Peromingo; uno de Pizarral; uno de Aldeanueva; uno de Valverde de Valdelacasa; uno de Los Santos; uno de Alba de Tormes y uno de Aldeavieja.
También tenían diversas propiedades en el término de Fuenterroble, las iglesias de Salvatierra, Puebla de Yeltes, Peromingo, La Puebla de San Medel, Palacios, Cabezuela y Campillo, donde radicaban las cofradías de la Cruz y de Ánimas, y una capellanía que gozaba Joseph Ibarra. Otros hacendados, eran el presbítero de Aldeavieja y las capellanías de Simón Gómez, vecino de Colmenar de Montemayor, y Joseph Ibarra, Antonio Gutiérrez, Antonia Téllez, Clara Cornejo y la cofradía de Ánimas de Guijuelo. Varias comunidades religiosas femeninas tenían también posesiones en Fuenterroble, a saber: los conventos de la Madre de Dios, San Pedro de la Paz, Santa Ana y Las Claras, radicados en la ciudad de Salamanca, así como también el convento de Carmelitas Descalzas de Alba de Tormes y el de carmelitas de Piedrahita. Igualmente, se citaban varias Pías Memorias, como las que fundaron, respectivamente, María Crespo, Antonio Herrero y Antonio Gutiérrez. Otra Pía Memoria que fundó el doctor Guerrero en la iglesia de San Isidro de Salamanca, tenía una casa en Fuenterroble, concretamente, en el barrio del Magrado, con dos corrales y caballeriza, y, además, poseía varias tierras y linares, repartidas por distintos puntos del término, como las Pozas del Tejar, el Culebrero, las Vegas, las Cerradas, las Hontanitas, la Peña del Hierro y la Cortina Gallega[41].
Entre los conventos más arriba citados, el que más posesiones tenía era el de Santa Ana, con una casa en la calle Larga y más de una veintena de cortinas, tierras y linares en distintos puntos del término. También eran relativamente abundantes las posesiones del convento de monjas de San Pedro de la Paz, que incluían tierras, cortinas y prados, y las del convento de Carmelitas de Piedrahita[42].
En el siglo XIII, Fuenterroble fue jurisdicción eclesiástica del cabildo salmantino. Posteriormente, también los dominicos tuvieron varias posesiones en dicha localidad, por lo menos, desde mediados del siglo XV[43].
Había vecinos de Fuenterroble que tenían propiedades en los términos de otros lugares vecinos, como Casafranca, Palacios y Cabezuela. Las relaciones de compra-venta de tierras venían manteniéndose desde mucho tiempo atrás. A este respecto, retrotrayéndonos un tanto en el tiempo, citaremos, a modo de ejemplo, la operación de venta realizada en el año 1699 por un vecino de Fuenterroble que tenía tierras en el pago de los Cachones, término de Palacios. Así consta en el oportuno documento notarial: “Juan Martín, vecino del lugar de Fuente el roble, jurisdicción de la villa de Salvatierra, otorgo por esta presente carta que por mí y en nombre de mis herederos vendo y doy en venta Real (…) a Francisco Bernal, vecino de Palacios (…), a saber, dos tierras de pan llevar en los Cachones, término de Palacios, una de ellas de cuatro fanegas de trigo en sembradura (…), linda con el camino de Palacios a Cabezuela (…), vendo con todas sus entradas y salidas, usos, costumbres y derechos, libres de todo censo, tributo, aniversario, memorias, capellanías, vínculos, mayorazgo (…), precio de trescientos reales de vellón…”[44].
CABAÑA GANADERA DE FUENTERROBLE. SEGLARES. AÑO 1752 (Según el Catastro de Ensenada).
TIPO DE GANADO |
CABEZAS |
Bovino |
493 cabezas |
Caballar |
32 cabezas |
Mular |
9 cabezas |
Asnal |
49 cabezas |
TOTAL |
583 cabezas |
A finales del siglo XVIII, Fuenterroble era, junto con Salvatierra, Guijuelo, Montejo, Palacios y Casafranca, una de las principales localidades de la comarca de Salvatierra, cosecheras de lino. De ello, da cuenta Emilio Larruga, quien describe las características generales de dicha localidad en los términos siguientes: “Fuente el Roble, lugar del Partido de Salvatierra de Tormes, cuarto de arriba, tiene al mediodía la sierra de Tonda, de donde descienden dos arroyuelos que se encaminan al río Alhándiga, entre los quales se halla dicho lugar y a poca distancia de él se juntan en uno. Es de señorío, y se gobierna por alcalde pedáneo”[45].
A mediados de ese mismo siglo, Fuenterroble tenía una población de ochenta y tres vecinos, poco menor que la de Guijuelo, que era de ochenta y nueve. De entre todas las entidades de población que componían el Partido de Salvatierra, el mayor era el de Berrocal de Salvatierra, con una población de noventa y un vecinos.
LA EDAD CONTEMPORÁNEA FUENTERROBLE EN EL SIGLO XIX
En el año 1802, la Hacienda Real de Carlos IV llevó a cabo una amplia encuesta en todo el territorio nacional, que, bajo el título oficial de Interrogatorio, tenía como objeto recabar información sobre el estado de la agricultura de los pueblos de España. Según el referido Interrogatorio, el término municipal de Fuenterroble de Salvatierra comprendía una extensión superficial de cuatro mil quinientas fanegadas de tierra, de las cuales, se labraban dos mil cien, y otras dos mil quinientas se encontraban sin cultivar. El terreno producía centeno, legumbres, algarrobas, patatas y lino. Ciento cincuenta fanegas de prado, eran tierras de mayorazgos y otras cuatrocientas las ocupaba el robledal. Dos mil cuatrocientas fanegadas las pastaban los ganados del lugar.
De acuerdo con las declaraciones de los vecinos de Fuenterroble, este pueblo había conocido épocas pasadas de mayores cosechas y mejores ganados; pero, por aquellos años, los pastos habían disminuido y se habían desmejorado, debido a la gran cantidad de rebaños trashumantes que pasaban por el término. Además, había bastante ganado forastero que pastaba en el término, en detrimento del propio. Por otra parte, Fuenterroble no era escaso de aguas, aunque, al decir de los vecinos, la agricultura no prosperaba por falta de medios y debido, también, a que hacía tiempo que no se roturaban nuevas tierras. Para abonar, se utilizaba estiércol, y las labores agrícolas se hacían con bueyes.
Del total de las tierras cultivadas, mil ochocientas fanegadas de tierra las atendían sus propietarios; otras trescientas fanegadas eran cultivadas por arrendadores; treinta fanegadas más, eran de mayorazgos; otras treinta, de capellanías, y setenta y cinco más, pertenecían a comunidades religiosas. A las preguntas sobre las unidades de medida, los vecinos de Fuenterroble contestaron que, para el cereal, se usaba “lo que coge una fanega de grano en sembradura” y, para el vino y otros líquidos, se usaba el cántaro y otras medidas menores.
En el referido documento, las distancias de Fuenterroble a los diversos lugares circunvecinos, vienen señaladas de la siguiente manera: un cuarto de legua a Campillo; tres cuartos de legua a Valdelacasa y Los Santos, y menos de un cuarto de legua a Casafranca y Palacios[46].
FUENTERROBLE, DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
Durante la Guerra de la Independencia, que se inició en el año 1808 y en la que los españoles lucharon contra los invasores franceses, Fuenterroble de Salvatierra conoció y sufrió los efectos del tránsito de tropas de ambos bandos por dicho lugar. En los años siguientes, durante el paso de los soldados napoleónicos, éstos expoliando varias veces el pueblo, destruyendo, además, diversos bienes y saqueando, además, los archivos parroquiales; de todo lo cual se guarda constancia, a través de diversos testimonios documentales. Uno de éstos, particularmente explícito, ha sido reproducido por el investigador Martín Rodrigo y fue redactado, en su día, por un vecino de Fuenterroble, en el que éste da cuenta de los robos y atropellos de que había sido objeto cuando los franceses pasaron por allí: “Declaro que, en el mes de agosto del expresado año 1809, en cuyo tiempo pasaron por este pueblo los franceses, me llevaron y robaron todos los bienes que había en la casa, como ropas, lienzos, alhajas de oro y plata, trigo, harina, destrozando las que no les convenía; cuyo hecho fue bien público; y del campo, la piara del ganado lanar y mayor parte de las vacas y los cerdos, de modo que fue poco lo que me quedó. Que, seguidamente, en el año diez, compré otra piara de ovejas que también me fue robada por las tropas enemigas e igualmente muchas vacas, bueyes y cerdos; y asimismo, he dado mucho por suministros. De modo que para descargo de su conciencia, declara que de su difunta mujer Teresa Ingelmo, no existen en el día más bienes que los raíces y algunos trastos de madera, ni tienen derecho a ningunos otros sus herederos por la razón expresada de los saqueos que ha sufrido. A no ser unas arcas y escabeles que se salvaron de la derrota”[47].
Un mes después de la primera entrada y saqueo que hicieron los franceses en Fuenterroble, éstos sufrieron una derrota en la batalla de Tamames, librada el día 18 de septiembre del año 1809. A continuación, las tropas del Duque del Parque, junto con un contingente de diez mil hombres, perteneciente al ejército del general Ballesteros, marcharon camino de Salamanca, que fue abandonada entonces, apresuradamente, por los franceses. La intención del mencionado Duque del Parque, era la de permanecer en la ciudad del Tormes hasta recibir refuerzos, y el día 2 de noviembre, entró en Salamanca la división de Ciudad Rodrigo, constituida por tres mil hombres; pero, el día 5 de ese mismo mes, habiendo transcurrido ya un tiempo, sin que se cumplieran las expectativas del Duque del Parque, éste optó entonces por abandonar la capital del Tormes y retirarse hacia Béjar. Primero marchó en dirección a San Pedro de Rozados y, después, prosiguió hacia Fuenterroble, siguiendo la Calzada de la Plata, pasando, después, por Valdelacasa, hasta alcanzar El Puerto de Baños, desde donde se adentró en la sierra, confiando en que, en ese tipo de terreno, podría operar con mayor eficacia contra la caballería francesa[48].
Las fuerzas enemigas, que unas semanas antes se habían reunido en Toro, persiguieron al ejército anglo-español hasta San Pedro de Rozados, con la intención de atacarle en ese terreno, pero, al advertir que aquél proseguía su marcha en retirada, optaron por regresar a Salamanca. Según Zaonero, el ejército español que mandaba el Duque del Parque, constaba de treinta mil soldados y cuarenta cañones[49].
Durante la retirada del duque del Parque, a su paso por Fuenterroble, sus tropas se llevaron treinta y ocho fanegas de trigo y cilla, que se vio obligado a suministrarles el pueblo[50].
Ese mismo año, con el objeto de tratar de salvar de la fundición, la mayor cantidad de piezas de plata que albergaban las iglesias de las distintas localidades, el mencionado Duque del Parque, general de los ejércitos españoles, emitió un oficio, fechado el 31 de octubre, en el que se instaba a las diversas parroquias de la diócesis de Salamanca a que entregasen dichas alhajas, que permanecerían en custodia y, presumiblemente, a salvo de la codicia de los franceses. Dicho oficio decía, entre otras cosas, lo siguiente: “… Siendo su objeto poner en segura custodia las alajas de oro y plata y demás preciosas que tengan las comunidades, seculares y regulares, para el caso inesperado (que seguramente no sucederá) de que el enemigo vuelba a esta Provincia (…) se forme un exacto ymbentario de todas las alajas que tenga esta Santa Iglesia…”
Como ya ha destacado, oportunamente, Pérez Hernández, no todas las iglesias de los pueblos secundaron aquel proyecto, pero entre los que sí lo hicieron, se encontraba Fuenterroble de Salvatierra[51].
Dos años después, el Conde de España dictaría una orden contra los trajineros de la sierra, con el fin de controlar el comercio de víveres y otras mercancías en el entorno de Ciudad Rodrigo, ocupada por los franceses y que permanecía sitiada por el ejército anglo-español que mandaba el general Wellington, en el año 1811. Se daba el caso de que, con el pretexto de suministrar mercancías a los pueblos del entorno de dicha ciudad, había arrieros y trajineros que comerciaban también con los franceses, motivo por el cual, el mencionado Conde de España dictó una orden contra aquéllos, prohibiéndoles acercarse a menos de tres leguas de Ciudad Rodrigo, bajo pena de muerte, a no ser que hubieran obtenido autorización expresa de las autoridades españolas. En dicha orden, se decía que (los arrieros y trajinantes) de la Sierra de Francia, “no podrán pasar como hasta ahora por Serradilla del Llano, La Atalaya ni El Maíllo, ni otros, y deberán dirigirse por Tamames y Cabrillas, precisamente, pasar el Yeltes, más arriba de Fuenterroble[52] y dirigirse a Sanfelices para pasar el puente de Barca del Puerco (Puerto Seguro) y llevar sus víveres y comercio”[53].
Coincidiendo con el último año de estancia de los invasores franceses en el territorio español, se roturaron diversos terrenos de monte en el término de Fuenterroble, algunos de los cuales se acondicionaron debidamente para el cultivo de lino, según se contiene en ciertos registros documentales, correspondientes al año 1813, en los que se alude al “lino de los nuevos rompidos”[54].
Ya anteriormente, en plena Guerra de la Independencia, habían sufrido una gran merma los robledales que se extendían al norte de Fuenterroble.
Así, en el término de Berrocal de Salvatierra, consta que el robledal que había en el Prado Pinedas, quedó totalmente arruinado en aquella época, a causa de la guerra[55].
MILITARES Y GUERRILLEROS DE FUENTERROBLE
Se guarda constancia documental de que algunos vecinos de Fuenterroble intervinieron en la Guerra de la Independencia, bien como guerrilleros, bien como integrantes del ejército anglo-español. De entre estos últimos, se conoce el nombre de un tal Tomás García, vecino de dicha localidad, quien participó, junto con Basilio Carrasco, natural de Guijo de Ávila, como miembro de una brigada de tropas inglesas, bajo el mando de Bernardo Rodríguez, nacido en Valdefuentes de Sangusín, quien había sido capataz de la misma. Según la documentación existente, en el año 1814 se promovió una causa judicial, a raíz de la denuncia presentada por el citado Basilio, contra Bernardo, a quien aquél le exigía el pago de una supuesta deuda de seiscientos reales. En contra de semejante demanda y según el oportuno protocolo notarial, Bernardo arguyó que ya antes había entregado la referida cantidad de seiscientos reales a Basilio, para que éste se los diese, a su vez, al mencionado Tomás García, vecino de Fuenterroble. Bernardo Rodríguez otorgó entonces un poder a Antonio García, procurador de Causas, para que le representase, a los efectos oportunos: “(…) para que prosiga la causa que ha movido Basilio Carrasco, vecino de Guijo de Ávila, pretendiendo que le pague seiscientos reales que dice que le debo como capataz de una Brigada de tropas inglesas, siendo así que los retuve de la paga última, fue por razón de habérselos entregado en otra anterior en esceso para que los diese a Tomás García, vecino de Fuenterroble, a quien se le devían, lo qual no cumplió el Basilio, y antes vien se quedó con ellos injustamente, abusando de la buena fe que yo le confié”[56].
LA VENTA DE LOS BALDÍOS EN EL SIGLO XIX
A partir del siglo XVIII, Mancomunidad de la Tierra de Salvatierra comenzó a perder significación, debido a la concurrencia de una serie de factores, representados por la crisis del régimen señorial, el aumento demográfico, la relativa capacidad de autodeterminación municipal, y el aumento y la gravedad de las disensiones surgidas entre los distintos concejos, a causa de la explotación de los recursos naturales mancomunados; todo lo cual, propiciaría el que, a comienzos del siglo XIX, se iniciase la disgregación de la referida Mancomunidad de la Tierra de Salvatierra.
Ello no era, en todo caso, sino el reflejo de una situación que, con mayores o menor matices, se venía repitiendo en buena parte de España, en relación con la explotación de los baldíos.
Como lógica consecuencia de lo que más arriba hemos señalado, el día 4 de enero del año 1813, ya en las postrimerías de la Guerra de la Independencia, se promulgó un Real Decreto, otorgando legalidad a la operación de venta de la mitad de todos los terrenos baldíos nacionales por cuenta de la deuda pública. Con semejante medida, se pretendía habilitar un fondo de redención de los servicios prestados por numerosos lugares, a la causa de la Guerra de la Independencia. A tales efectos, se determinó realizar las oportunas mediciones topográficas, operaciones que correrían a cargo de peritos agrimensores. Se perseguía el propósito de proceder a evaluar, posteriormente, las cantidades que, en concepto de deuda pública, se destinarían para resarcir, económicamente, a los diferentes lugares, en concepto de las contribuciones que éstos hubieran aportado a la causa de la referida Guerra de la Independencia. A tal fin, se determinó que las mencionadas operaciones de compensación, se iniciasen inmediatamente después de haber realizado, las evaluaciones de rigor. En el caso de algunos lugares, como Fuenterroble, la delimitación de los respectivos terrenos y la evaluación de las cantidades correspondientes a la venta de los baldíos, no se llevó a cabo con la suficiente claridad, aun cuando, sobre este particular, resulte imposible el concretar los datos precisos para hacer semejante afirmación.
En lo que se refiere a la Mancomunidad de Salvatierra, semejantes disposiciones no entrarían en vías de ejecución hasta años más tarde y, como ya ha apuntado, oportunamente, el profesor García Martín, lo cierto es que, llegado el año 1856, dicho proceso no se había completado todavía.
Cuatro años después, se puso a la venta la finca llamada Arroyomolinos, incluida dentro del término de Palacios de Salvatierra, pero perteneciente a la Mancomunidad. En aquella ocasión, se produjo el correspondiente reparto de suertes, una de las cuales adquirió Fuenterroble[57].
Con el paso del tiempo, la venta de los baldíos abocó a una paulatina individualización de la propiedad de la tierra, permaneciendo mancomunados, únicamente, los bienes llamados de propios, los cuales pertenecían a distintas entidades municipales y eclesiásticas, junto con las trescientas ochenta fanegas que comprendía el monte de Tonda, comprendidas geográficamente, dentro del término de Fuenterroble.
FUENTERROBLE, DESPUÉS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
Al término de la Guerra de la Independencia, Fernando VII, que hasta entonces había permanecido refugiado en Francia, volvió a España, implantando un régimen absolutista, frente a las ideas propaladas por los liberales, que defendían un mayor aperturismo hacia las corrientes extranjeras. Los enfrentamientos entre tan antagónicas concepciones políticas y sociales se tradujeron en varios hechos de armas, en los que, al final, resultaron triunfantes las tropas realistas. Durante ese tiempo, diversas localidades estuvieron regidas por una serie de cargos públicos, algunos de ellos, con carácter provisional, como ocurrió con el que ostentó un tal Francisco de Paula Grande, alcalde Mayor de Béjar y su Partido, quien ejerció de juez de Primera Instancia, con autoridad sobre los pueblos la Tierra de Montemayor y otros tres de la Tierra de Salvatierra, que fueron Fuenterroble, El Campillo y Guijuelo. En el año 1824, un año después de que el Gobierno de su Majestad tomase de nuevo las riendas del poder, recuperando el control de los lugares que habían permanecido en manos de los liberales, los referidos cargos públicos quedaron automáticamente anulados. Ese mismo año, con fecha de 1 del mes de marzo, el mencionado alcalde de Béjar solicitó que se le pagase cierta cantidad de dinero que, según él, se le adeudaba, en concepto de los cinco meses en que desempeñó esa judicatura, como así consta en la oportuna acta notarial: “Que en la época de la rebolución (sic) ex constitucional, fue nombrado juez de Primera instancia de la misma (villa de Béjar) y su Partido, cuyo destino o judicatura estuvo desempeñando hasta el mes de junio próximo pasado que entraron en la propia nuestras tropas realistas y se estableció nuestro Gobierno legítimo Real, y como por referido concepto le son en dever (sic) los Pueblos del extinguido Partido y villa de Montemayor y sus trece pueblos, (además de) Campillo, Guijuelo y Fuenterroble de Salvatierra, mil ochocientos treinta y quatro (reales) que le cupon por su correspondiente reparto que se hizo y por los cinco meses primeros indicados antes, los que no ha podido cobrar y no obstante y haber hecho aquel en tiempo, su cumplimiento que le dieron sus respectivas gentes del extinguido Juzgado, se ve en la necesidad de reclamar de referidos pueblos, indicada cantidad…”[58].
VECINOS DE FUENTERROBLE EN LA PRIMERA GUERRA CARLISTA
A la muerte de Fernando VII, hecho que acaeció el año 1833, se disputaron la sucesión al trono, su hija Isabel y su hermano Carlos María Isidro de Borbón. Ese mismo año, estallaría la primera de las tres Guerras Carlistas, así llamadas en alusión al pretendiente Carlos María, las cuales se sucederían a lo largo de cuatro décadas, con algunos intervalos de distinta duración, y en las que, de algún modo, se enfrentaron dos doctrinas o concepciones distintas; una de ellas, la representada por los liberales, partidarios de Isabel (II); la otra, de signo absolutista, defendida por los carlistas.
Al estallar la primera de las referidas Guerras Carlistas, algunos grupos integrados por partidarios de Isabel (II) estuvieron operando en distintos puntos de la provincia de Salamanca. Para controlar sus acciones, se formaron partidas de hombres armados que componían las llamadas milicias urbanas, una de las cuales se constituyó en Fuenterroble, la cual hubo de intervenir, cuando, en el mes de junio del año 1835, un grupo de carlistas robó varios fusiles en Becedas (Ávila). Rápidamente, se movilizó la milicia de Fuenterroble, que, junto con las de Guijuelo, El Campillo, Berrocal de Salvatierra y las de otros lugares de la provincia de Salamanca, se unieron a varias milicias cacereñas y abulenses, emprendiendo, todas juntas, una expedición para tratar de capturar a los carlistas que habían actuado en Becedas; sin embargo, no alcanzaron su objetivo, ya que aquéllos no pudieron ser localizados[59].
FUENTERROBLE EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
A mediados del siglo XIX, la población de Fuenterroble era de noventa y cinco vecinos, con un total de cuatrocientos dieciocho habitantes. El caserío constaba de ciento cuarenta casas, entre las cuales se contaba la cárcel, que, según Madoz, era incómoda e insegura. En el pueblo funcionaba una escuela de instrucción primaria, a la que asistían cuarenta niños. Para el abastecimiento de agua, disponían los vecinos de dos fuentes “de agua cruda”. La extensión del término municipal comprendía dos mil doscientas setenta fanegas y media de tierra, de las cuales, ciento cuatro eran de monte y pasto. La correspondencia se recibía de Alba de Tormes, a través de Salvatierra, desde donde se realizaba el oportuno reparto.
La cabaña ganadera, se componía de novecientas ovejas churras, ciento diez cabras, ochenta cerdos y ciento treinta vacas.
Aunque combatida de todos los vientos, en palabras de dicho autor, el clima de Fuenterroble era sano, contándose, entre las enfermedades más comunes, las calenturas estacionarias[60].
Casi cuatro décadas después, la localidad que nos ocupa experimentó un considerable auge en el aspecto demográfico, contabilizándose, hacia el año 1882, setecientos tres habitantes. También se incrementó el número de edificios del casco urbano, que llegó a ser de doscientos veintiocho, aunque noventa y tres de ellos se hallaban sin morador, y otros dos eran ocupados temporalmente. Según Riera, más de la mitad de las viviendas era de moderna construcción, lo cual da una idea del auge que, en poco más de treinta años, había alcanzado Fuenterroble. Por aquellos años, la correspondencia se recibía ya desde Guijuelo, localidad enclavada en la línea del servicio del correo que cubría la ruta Salamanca-Béjar. El pueblo contaba con dos escuelas; una de ellas, de niños, y la otra, de niñas, a la cuales concurría un buen número de alumnos. El vecindario se abastecía de las aguas “bastante gruesas y abundantes” que suministraban dos fuentes. El terreno era de mediana calidad y extraordinariamente fértil en pastos, lo que favorecía el mantenimiento de numerosas cabezas de ganado, citándose el lanar, churro, cabrío, de cerda y vacuno[61].
A finales del siglo XIX, Fuenterroble adquirió treinta y seis de las quinientas obligaciones adquiridas por el conjunto de los lugares de la Mancomunidad de Salvatierra y emitidas por la Sociedad de Ferrocarriles de Salamanca a Medina del Campo, dentro del proyecto de trazado de la línea de ferrocarril Salamanca-Medina del Campo.
FUENTERROBLE EN EL SIGLO XX Y COMIENZOS DEL XXI
En el otoño del año 1918, se declaró una epidemia de gripe en España, con un alto grado de morbilidad. Se ha calculado que, en total, el número de defunciones por causa de dicha enfermedad, ascendió a doscientas cincuenta mil, de las cuales, tres mil quinientas se registraron en la provincia de Salamanca, aunque, como ya Robledo ha observado, es posible que llegaran, realmente, a seis mil.
En relación con la referida epidemia, aunque ésta llegó a afectar a la mayoría de los lugares de la provincia de Salamanca, dentro del ámbito de la comarca de Salvatierra, Fuenterroble fue el único municipio en el que la tasa de mortalidad superó el veinte por mil, considerándose como especialmente grave. Según ha destacado el citado autor, de los seiscientos ochenta y seis habitantes que, en aquel entonces, tenía la población de dicha localidad, doscientos se vieron afectados por la gripe, de los que catorce fallecieron[62].
En lo que respecta a la explotación de la tierra, hacia mediados del siglo veinte, el término de Fuenterroble se hallaba dividido en mil dieciocho parcelas, distribuidas entre un total de ochocientos sesenta y tres propietarios, de los cuales, sólo cuatrocientos dieciséis eran vecinos del pueblo, mientras que los cuatrocientos cuarenta y siete restantes eran forasteros, la mayoría de los cuales residía en localidades limítrofes. Algo más de la mitad de la extensión del término, concretamente, mil quinientas treinta hectáreas, se destinaban a cultivos de secano, en tres hojas, siguiendo la habitual práctica de laboreo y aprovechamiento de la tierra en buena parte de la comarca de Salvatierra. La producción se cifraba en las siguientes cantidades: tres quintales y medio de trigo, tres de centeno, cuatro de avena, cinco de cebada, dos de algarrobas, veinte de patatas, y dos de garbanzos.
El aprovechamiento de las mil ciento setenta y siete hectáreas de prado, se realizaba a diente, sometiéndolas a una siega cada año.
La cabaña ganadera se componía del siguiente número de cabezas:
TIPO DE GANADO |
CABEZAS |
Vacuno |
600 cabezas |
Caballar |
40 cabezas |
Asnal |
40 cabezas |
Cerda |
10 cabezas |
Lanar |
1000 cabezas |
Cabrío |
50 cabezas |
Gallinas |
600 cabezas |
Colmenas |
30 unidades |
En el pueblo funcionaba un molino harinero. La población era de seiscientos noventa y un habitantes, y tendía a aumentar, a pesar de que, a partir de comienzos de la década de 1950, había ido menguando, debido a la corriente migratoria hacia Madrid y Salamanca. Lo cierto es que, por aquella época, el número de edificios, cifrado en doscientos doce, también había decrecido, respecto de finales del siglo anterior. El pueblo contaba con una posada, una escuela y un frontón. Había, además, dos escuelas de niños y otras dos de niñas. Los servicios sanitarios eran atendidos por un médico, y los religiosos, por un párroco[63].
Varias son, por lo demás, las festividades religiosas que, tradicionalmente, se celebraban en Fuenterroble. La principal, la de San Miguel Arcángel, patrón del pueblo, que tiene lugar el día veintinueve de septiembre. Otras fiestas señaladas, eran también las siguientes: la del segundo domingo de Pascua de Resurrección, la de la Pascua del Espíritu Santo y la de San Felipe y Santiago. Se celebraba, además, la de la Ascensión de Señor, en la que, después de la celebración de la misa, se exponía la imagen sagrada y se bendecía el pueblo[64]. También se bendecían los campos en el mes de mayo, tradición que se ha mantenido hasta hoy.
Actualmente, viene gozando de gran predicamento la recuperación de ciertas tradiciones relacionadas con las peregrinaciones jacobeas, cuya significación espiritual ha venido perpetuándose, en relación con el sentido purificador del Camino de Santiago, que se superpone, topográficamente, al trazado de la Calzada de la Plata, de tanta importancia en la historia de Fuenterroble y también en la del resto de la comarca de Salvatierra.
Por otro lado, el albergue de peregrinos existente en dicha localidad, dotado de sobrias aunque cómodas instalaciones, ofrece los habituales servicios de hospedaje y comida que han caracterizado a esa clase de establecimientos a lo largo de la ruta jacobea.
En los últimos años, el municipio que nos ocupa, ha entrado en un régimen de moderada actividad industrial, concretada en la realización de ciertos trabajos relacionados con el sector chacinero, que, radicado en Guijuelo, ocupa también, no obstante, a varios vecinos de Fuenterroble.
Además, existen, actualmente, determinados proyectos, concernientes a la explotación y comercialización de productos propios del referido sector industrial.
[1] R. GRANDE DEL BRÍO: Historia de Fuentes de Béjar. Ayuntamiento de Fuentes de Béjar (Salamanca), 2003.
[2] C. MORÁN: Reseña Histórico-artística de la provincia de Salamanca. Universidad de Salamanca, 1946; págs. 75 y 76.
[3] J. M. ROLDÁN: Iter ab Emerita Asturicam. El Camino de la Plata. Universidad de Salamanca, 1971; pág. 91.
[4] R. GRANDE DEL BRÍO: La Calzada de la Plata en la provincia de Salamanca. Anthema Globalia Ediciones. Salamanca, 2007; pág. 22.
[5] J. M. ROLDÁN: Iter ab Emerita Asturicam. El Camino de la Plata. Universidad de Salamanca, 1971; pág. 133.
[6] R. GRANDE DEL BRÍO: La Calzada de la Plata en la provincia de Salamanca. Mansiones, miliarios y fortalezas. Anthema Globalia Ediciones. Salamanca, 2007; págs. 63 y ss.
[7] A. CABO: Remotas y recientes huellas humanas en el solar salmantino. Centro de Estudios Salmantinos, 1995; pág. 24.
[8] M. GÓMEZ-MORENO: Catálogo Monumental de España. Provincia de Salamanca. Madrid, 1967; pág. 81.
[9] R. GRANDE DEL BRÍO: Los visigodos en Salamanca. Amarú Ediciones, 2010.
[10] La profesora Velázquez Soriano sólo menciona los nombres de Fuenterroble y Palacios; pero, en el pago de Santillán, perteneciente a Casafranca, comarca de Salvatierra, también se han hallado fragmentos de pizarras numerales.
[11] El autor participó en las oportunas excavaciones arqueológicas, realizadas en el verano del año 1977, las cuales estuvieron dirigidas por el profesor Enrique Cerrillo Martín de Cáceres.
[12] R. GRANDE DEL BRÍO: Los visigodos en Salamanca. … Op. cit.
[13] R. GRANDE DEL BRÍO: Salamanca en la Alta Edad Media. Amarú Ediciones. Salamanca, 2011.
[14] A. MARTÍN LÁZARO: Colección diplomática municipal de la ciudad de Béjar. Madrid, 1921; pág. 28.
[15] J. GONZÁLEZ: Alfonso X, t. I. C.S.I.C. Madrid, 1944; pág. 267.
[16] Crónica de la población de Ávila. Ed. e índices por A. HERNÁNDEZ SEGURA. Valencia, 1966; págs. 34 y 35.
[17] F. MAÍLLO: Salamanca y los salmantinos en las fuentes árabes. Centro de Estudios Salmantinos, 1994; pág. 33.
[18] Dende: desde allí.
[19] A. BARRIOS y A. MARTÍN: Documentación medieval de los archivos municipales de Béjar y Candelario. Excma. Diputación Provincial de Salamanca, 1986; pág. 50.
[20] S. LLOPIS: Por Salamanca también pasa el Camino de Santiago. Salamanca, 1969.
[21] A. BARRIOS y A. MARTÍN EXPÓSITO: Documentación medieval… Op. cit.; págs. 204 y 205.
[22] Ibidem; pág. 138 y n. 24.
[23] A. VACA y J. A. BONILLA: Salamanca en la documentación medieval de la Casa de Alba. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, 1989; págs. 336-340.
[24] Archivo General de Simancas. Casa y descargos de los Reyes Católicos. Prólogo de A. PRIETO. “Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica”. Valladolid, 1969; págs. 7-11.
[25] Ibídem.; pág. 422.
[26] Ibídem.; pág. 423.
[27] B. GARCÍA: “La Mancomunidad de baldíos de la Tierra de Salvatierra de Tormes y su incorporación al Nuevo Régimen”. Rev. Prov. De Estudios, nºs 16-17. Excma. Diputación Provincial de Salamanca, 1985; pág. 169.
[28] Ibídem.; pág. 177.
[29] Ibídem.
[30] R. MARTÍN RODRIGO: “Aspectos de la leva y quinta de soldados en la provincia de Salamanca en 1638”. Rev. Provincial de Estudios. Excma. Diputación Provincial de Salamanca, nºs. 24-25, 1987; pág. 32.
[31] Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Protocolo nº 4017; fol. 1204.
[32] Ibídem.; fol. 1206.
[33] Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Catastro de Ensenada, lib. 1061; fol. 40 v.
[34] Ibídem.; fol. 45 v.
[35] Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Catastro de Ensenada, lib. 1062; fols. 5 v.-11.
[36] Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Catastro de Ensenada. Lib. 1061; fols. 82 v. y 87.
[37] Ibídem; fols. 81-87v.
[38] Ibídem; fols. 84 y 88 v.
[39] Ibídem; fol. 48 v.
[40] Ibídem; fol. 49.
[41] Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Catastro de Ensenada. Lib. 1061; fols. 100-108.
[42] Ibídem.
[43] J. L MARTÍN: “La iglesia salmantina”. .Op. cit.; pág. 213.
[44] Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Protocolos, 1243; fol. 35.
[45] E. LARRUGA: Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España, t. XXXIV. Madrid, 1795; pág. 18.
[46] Archivo de la Universidad de Salamanca. Leg. 2126, XIII, fol. 12. Interrogatorio a todos los pueblos para averiguar el estado de la agricultura y para formar la división agrícola de España. Año 1802.
[47] R. MARTÍN RODRIGO: La Guerra de la independencia en la provincia de Salamanca. Excma. Diputación Provincial de Salamanca, 2012; págs. 128 y 129.
[48] E. BECERRA DE BECERRA: Historia de unos lanceros. Excma. Diputación de Salamanca, 1999; pág. 14.
[49] J. ZAONERO: Libro de noticias de Salamanca. Ed. crítica de R. ROBLEDO. Librería Cervantes. Salamanca, 1998; pág. 62.
[50] Archivo Diocesano de Salamanca. Lib. 211/24; fol. 148
[51] M. PÉREZ HERNÁNDEZ: “Salamanca y la guerra. Repercusiones en la platería”. Las Guerras en Salamanca (ss. XVII-XX). Rev. Prov. de Estudios. Excma. Diputación Provincial de Salamanca, 1997; págs. 80 y 81.
[52] Fuenterroble, dehesa perteneciente al municipio de Sancti Spiritus.
[53] R. ROBLEDO: Salamanca, ciudad de paso, ciudad ocupada. Librería Cervantes, 2003; págs. 138 y 139.
[54] Archivo Diocesano de Salamanca. Lib. 211/26; fol 28 v.
[55] R. MARTÍN RODRIGO: Op. cit.; pág. 73.
[56] Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Protocolos. Leg. 1292; fol. 21.
[57] B. GARCÍA: “La Mancomunidad de baldíos…” Op. cit.; pág. 198.
[58] Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Protocolo nº 812; fol. 180.
[59] L. MARTÍN: “La primera Guerra Carlista en la provincia de Salamanca”. Las Guerras en Salamanca. Rev. Prov. de Estudios, nº 40. Excma. Diputación Provincial de Salamanca, 1997; pág. 350.
[60] P. MADOZ: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid 1845-1850. (Ed. facsímil: Valladolid, 1984; pág. 129).
[61] P. RIERA: Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico… Op. cit; pág. 892.
[62] R. ROBLEDO: “Dejar el campo, comprar la tierra: economía, política y sociedad (1880-1930)”. Historia de Salamanca, t. V. Siglo Veinte. Centro de Estudios Salmantinos, 2001: págs. 74 y 75.
[63] Diccionario Geográfico de España, t. 10. Madrid, 1959; pág. 79.
[64] Archivo Diocesano de Salamanca. Libro Becerro, 211/34; fol. 27.